Donde el cielo toca el alma
Hay algo profundamente especial en ver un atardecer frente al lago Lanier. Me gusta sentarme en silencio y observar cómo el sol se esconde lentamente detrás del horizonte, llevándose consigo la magia del día. El cielo se pinta de colores que parecen salidos de un sueño: tonos dorados, rosado, púrpura y anaranjado se reflejan en el agua tranquila, como si la creación entera estuviera haciendo una reverencia al cierre de la jornada.
En ese momento todo se aquieta y se vuelve tan fácil orar. No hay esfuerzo, no hay palabras complicadas. Sólo basta con estar ahí, con el corazón abierto.
La belleza del lugar me lleva suavemente a Dios, y en esa conexión sencilla le entrego mis penas, mis miedos, mis preguntas sin respuesta.
Es como si el mismo atardecer me recordara que todo lo vivido hoy, lo bueno y lo difícil, puede descansar ya. Me preparo interiormente para un nuevo día, una nueva aventura ya que mañana, mañana todavía no ha sido escrito.
Y ¿Qué va a pasar mañana? Eso no lo sé, más sí sé que tengo la libertad de decidir cómo quiero vivirlo, Depende de mí si lo convierto en un día de luz, de esperanza, de propósito.
Cuando oro frente al lago, siento que Dios me recuerda eso: que cada amanecer es una página en blanco y que junto a Él puedo escribir una historia nueva.
Así, mientras el sol se despide, mi alma también se rinde al descanso. Y en esa oración sencilla, en ese susurro al cielo, me encuentro lista para empezar otra vez.
Suzanna vallejo-Feather
Hay algo profundamente especial en ver un atardecer frente al lago Lanier. Me gusta sentarme en silencio y observar cómo el sol se esconde lentamente detrás del horizonte, llevándose consigo la magia del día. El cielo se pinta de colores que parecen salidos de un sueño: tonos dorados, rosado, púrpura y anaranjado se reflejan en el agua tranquila, como si la creación entera estuviera haciendo una reverencia al cierre de la jornada.
En ese momento todo se aquieta y se vuelve tan fácil orar. No hay esfuerzo, no hay palabras complicadas. Sólo basta con estar ahí, con el corazón abierto.
La belleza del lugar me lleva suavemente a Dios, y en esa conexión sencilla le entrego mis penas, mis miedos, mis preguntas sin respuesta.
Es como si el mismo atardecer me recordara que todo lo vivido hoy, lo bueno y lo difícil, puede descansar ya. Me preparo interiormente para un nuevo día, una nueva aventura ya que mañana, mañana todavía no ha sido escrito.
Y ¿Qué va a pasar mañana? Eso no lo sé, más sí sé que tengo la libertad de decidir cómo quiero vivirlo, Depende de mí si lo convierto en un día de luz, de esperanza, de propósito.
Cuando oro frente al lago, siento que Dios me recuerda eso: que cada amanecer es una página en blanco y que junto a Él puedo escribir una historia nueva.
Así, mientras el sol se despide, mi alma también se rinde al descanso. Y en esa oración sencilla, en ese susurro al cielo, me encuentro lista para empezar otra vez.
Suzanna vallejo-Feather
Donde el cielo toca el alma
Hay algo profundamente especial en ver un atardecer frente al lago Lanier. Me gusta sentarme en silencio y observar cómo el sol se esconde lentamente detrás del horizonte, llevándose consigo la magia del día. El cielo se pinta de colores que parecen salidos de un sueño: tonos dorados, rosado, púrpura y anaranjado se reflejan en el agua tranquila, como si la creación entera estuviera haciendo una reverencia al cierre de la jornada.
En ese momento todo se aquieta y se vuelve tan fácil orar. No hay esfuerzo, no hay palabras complicadas. Sólo basta con estar ahí, con el corazón abierto.
La belleza del lugar me lleva suavemente a Dios, y en esa conexión sencilla le entrego mis penas, mis miedos, mis preguntas sin respuesta.
Es como si el mismo atardecer me recordara que todo lo vivido hoy, lo bueno y lo difícil, puede descansar ya. Me preparo interiormente para un nuevo día, una nueva aventura ya que mañana, mañana todavía no ha sido escrito.
Y ¿Qué va a pasar mañana? Eso no lo sé, más sí sé que tengo la libertad de decidir cómo quiero vivirlo, Depende de mí si lo convierto en un día de luz, de esperanza, de propósito.
Cuando oro frente al lago, siento que Dios me recuerda eso: que cada amanecer es una página en blanco y que junto a Él puedo escribir una historia nueva.
Así, mientras el sol se despide, mi alma también se rinde al descanso. Y en esa oración sencilla, en ese susurro al cielo, me encuentro lista para empezar otra vez.
Suzanna vallejo-Feather
0 Commentarios
0 Acciones
280 Views
0 Vista previa